Última actualización 04/09/2021
El arte de defenderse es una película que expone la diveridad de masculinidades a través de humor negro, acidez y peleas a muerte de karate.

Aunque se crea lo contrario, la masculinidad es algo relativo. Depende de variedad de factores como la época, el contexto regional, la edad, estado civil quizá, entre otros factores. Sin embargo, en regiones alejadas de las grandes capitales puede existir una idea de masculinidad hegemónica, donde quienes no se alinean con los estándares esperados por la sociedad, son sujetos a duda y señalamientos sobre su hombría, o hasta sobre sus preferencias sexuales; si es que eso tiene algo de malo.
En un estado norteño como lo es Sonora, donde la masculinidad se basa en tomar Tecate light, bailar banda y agarrarte a vergazos en los antros o en las carreras parejeras; quienes toman otro camino para conectarse con el significado de ser hombre, no encajan fácilmente en el status quo.
De hecho, hay que señalar que si bien, la masculinidad depende de los factores anteriormente mencionados, también es posible que cada individuo pueda elegir el cómo se conecta con su masculinidad. Cómo la siente, la vive y la expresa ante los demás. Una senda igual de dificultosa por el sentido ajeno de pertenencia.
La masculinidad es el tema principal en la película El arte de defenderse (Riley Stearns, 2019), he ahí el porqué de mi zarpar a partir de la pequeña introducción. Dicha película trata sobre Casey (Jesse Eisenberg) un joven adulto con una aburrida vida. Trabaja como contador en una pequeña oficina, llena de pequeños cubículos. Él recibe constantes abusos y humillaciones ya sea por sus compañeros de trabajo, tanto como comensales en un café o por un sujeto que despreocupadamente golpeó el auto de Casey con su puerta.
Casey no responde jamás en su defensa a razón de su personalidad pasiva y ensimismada. Es una alguien sensible, apasionado por la cultura francesa, los perros salchichas y la música suave.
Aunque su vida da un giro de 180° cuando una noche al ir caminando por comida para su perro, es golpeado por una banda de motociclistas que lo dejan malherido, al punto de enviarlo al hospital.
Desde ahí, Casey resulta con un gran trauma psicológico que lo hace temer a la noche, y lo empuja a una búsqueda por elementos para defenderse. Es ahí cuando al pasear por el centro de la ciudad, ve un dojo de karate. Entra en medio de una clase y se inscribe, encontrando así un camino para su defensiva.
Sin embargo, más que una herramienta para protegerse de futuras amenazas, Casey ingresa metafóricamente hablando, a un centro de corregimiento de masculinidad. Donde lo que él piensa que lo hace hombre: su pasión por Francia, los perros salchicha, leer, el café, no son la verdadera hombría.
La verdadera hombría es entonces, molerse a golpes en batallas de karate, fastidiar a la gente, ser amo de una raza de perro más varonil, escuchar un género de música más pesado como heavy metal, entre otros elementos que el Sensee (Alessandro Nivola) del dojo le ordena a Casey que cambie para ser más hombre.
Orden que Casey, ante su deseo de poder pertenecer al grupo quo de hombres del que tanto ha permanecido ajeno, acepta. Pero esa decisión ciega le costará lo que lo hace ser él, en más de un sentido. Abandonará sus principios y lo que ama, a cambio de ceder ante el marco de masculinidad en el que debería estar.
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El arte de defenderse: ¿Quién la tiene más grande?
En verdad que el tema de la masculinidad se riega en El arte de defenderse con una regadera de testosterona sudorosa. Todo el dojo de karate, y la oficina de Casey apestan a estereotipos de hombre anglosajón heterosexual.
Por ejemplo, sus compañeros de trabajo leen revistas dirigidas hacia el hombre. Que hablan de barbas, armas de fuego, mascotas masculinas e ilustrada con fotografías de mujeres desnudas.
Por otro lado, en el dojo de karate la masculinidad se manifiesta a través de los kimonos. Uniformes que son como cualquier otra prenda de guerra que se ha visto a lo largo de la historia. Telas con elementos inventados por el hombre para darse valor a sí mismo, de que es capaz de enfrentar las adversidades.
Sin embargo, al no poder vestir el kimono como ropa normal, Casey resuelve para él y sus compañeros de karate ese problema de una manera muy sencilla; llevar un cinturón con el color de su rango en karate. Resolución que simboliza el llevar el pene expuesto todo el tiempo, para que la sociedad vea quién es el hombre, y de qué tamaño la tiene.
En fin, El arte de defenderse es una película muy interesante sobre la masculinidad, contada a través de una historia de artes marciales, con humor negro, violencia y acidez. Un metraje que comienza como karate kid, y finaliza como una obra de Quentin Tarantino.
El arte de defenderse está disponible en Netflix